lunes, 9 de diciembre de 2013

Entrevista a Antonio Gamoneda



(PUBLICADA EN DIARIO DE ALCALÁ)


"Los poetas somos como los yogures, tenemos fecha de caducidad"


Antonio Gamoneda, durante la entrevista en un hotel junto a la Cisneriana

Andrés Bartolomé. Foto: Iván Espínola • viernes, 20 de abril de 2007 •


Antonio Gamoneda (Oviedo, 1931) está agotado y se le nota. Dice no haber parado en los últimos cuatro meses, y entrevistarle tras el sopor del almuerzo no parece lo más recomendable. Aun así, la palabra del poeta, que ha pedido brevedad sin ser brusco, brota sin descanso en un hotel complutense mientras desde los ventanales descarga un aguacero primaveral. Un escenario idóneo en compañía del Premio Cervantes de este año, que fuma o sostiene el siguiente cigarro en la mano alternativamente, mientras aguza el oído para eludir una fina sordera.
Gamoneda, que recibirá el lunes el Cervantes de manos del Rey, ha adelantado que su discurso de agradecimiento se centrará en la influencia que la pobreza tuvo en la obra de Cervantes. “De todos son conocidas las dificultades que tuvo la vida de Cervantes. Él vivió en la pobreza y voy a intentar relacionar esto con su obra", explica el asturiano, sin querer dar más datos.
El poeta agradece el galardón exactamente como lo hizo esta semana ante los medios madrileños. “No sé si me lo merezco, y no se trata de falsa modestia, porque si me lo han dado será por alguna razón, pero quiero decir que fue una gran sorpresa, porque yo soy un poeta provinciano que no vive con expectativas de premio, sino con mi soledad, que no es enemiga de la solidaridad y la amistad. Y la sorpresa se acentuó para mí, porque mi escritura poética no está en situación de identificarse con ninguna corriente o tendencia que esté en el momento, y no porque se le pudiera atribuir originalidad, sino porque es el resultado de la soledad. Puedo ser el mejor poeta de mi barrio pero nada más", precisa, con la humildad que siempre ha caracterizado al autor de Arden las pérdidas, Libro del frío o Sólo luz.
Se le adivina sencillo, tranquilo, pausado. Aunque la procesión pueda ir por dentro, como su instinto de creador, no parece Gamoneda un hombre al que puedan alterar el ánimo demasiadas cosas, ni siquiera una ceremonia como la que le aguarda el 23 de abril en el Paraninfo de la Cisneriana.
–¿Nervioso, le impone un acto como el del lunes?
–No, en absoluto.
–¿Tiene pensado decirle algo en especial al Rey?
–No... surgirá una conversación espontánea, supongo.
–El Reina Sofía y el Cervantes le han llegado casi a la vez, lo que supone un reconocimiento tardío, aunque a lo grande…
–El día que me entregaban el Reina Sofía fue el día que se fallaba el Cervantes. Ciertamente se acumularon no voy a decir sorpresas, pero sí una cierta excitación, aunque yo me lo tomé con toda la serenidad posible. En cuanto a que sea tardío o no, yo no lo sé… voy a cumplir 76 años, aunque sólo fuese por la cantidad de compromisos, necesidades de relación… de alguna manera, de trabajo ligado a la circunstancia, pues hubiera sido mejor que me lo hubieran dado hace veinte años, que tenía más energía; pero no tengo noción de que sea tardío, aunque seguramente tenga razón quien diga eso por una causa muy sencilla: porque yo no he estado nunca en la expectativa de los premios, esperándolos… han llegado, hay una cierta sorpresa, tengo tantos años… todo es tardío en este momento… soy un hombre súper mayor ya y, no sólo los premios, cualquier cosa ya es tardía.
–Ahora dispone de poco tiempo para escribir, pero cuando lo haga, ¿será poesía o esas memorias de infancia que dejó aparcadas?
–Trataré de hacer las dos cosas. Las memorias de infancia están acabadas en su primera versión, pero creo que habrá una segunda, que será trabajosa, pero eso no debiera impedirme el hacer poesía, aunque como decía mi amigo Claudio Rodríguez, el inmenso poeta, seguramente el más importante español de la segunda mitad del siglo XX, los poetas somos como los yogures, tenemos fecha de caducidad, y yo también la tendré, por lo que tengo avisados a mis amigos más solventes en este sentido para que cuando empiece a resbalar me digan ‘Antonio, hay que cerrar la llave, y se acabó'.
–¿Es cierto que aprendió a leer con un libro de su padre, Otra más alta vida?
– Completamente. En 1936 las escuelas estaban cerradas y dando la lata a quien pillaba y con el único libro que había en mi casa…
–¿El único libro?
–El único, sí… Nos habíamos trasladado de Oviedo a León y había quedado todo en Oviedo; la biblioteca de mi padre, que era importante no en cantidad, sino por las dedicatorias de Valle Inclán, de Rubén Darío… no la llevamos a León, por lo que únicamente había ese libro de mi padre con el que aprendí a leer. Se dio simultáneamente el conocimiento del grafismo, de la escritura y de la lectura, pero entró en mí a través de la poesía. Cualquier niño puede serlo, no es excepcional, pero yo era sensible a los datos de rítmica, de sensibilidad, de palabras que no pertenecen al uso coloquial, y fui afortunadamente condenado, se conoce, por esa lectura, a ser poeta.
– ¿Y en ese sentido qué piensa un autodidacta como usted de la Universidad actual?
–Primero digo que el autodidactismo no existe, puede existir la ausencia del maestro o el catedrático, pero a ellos les pueden suplir los libros, siempre se aprende de alguien sea persona o sea libro. Y pienso de la Universidad en general que quizá en las ramas del humanismo está siendo poco atractiva para los muchachos, necesita un factor de corrección fuerte que pienso que ha de consistir en que las enseñanzas técnicas se incorporen en la proporción conveniente a las enseñanzas humanistas.
– Como continuador de la obra de Giner de los Ríos con la Fundación Sierra-Pambley, ¿se le puede considerar republicano?
– Ya no dirijo la institución, hasta hace poco he sido miembro del Patronato, pero amistosamente he tenido que dimitir porque mi carga de trabajo se ha multiplicado en los últimos meses, y no puedo con todo… (calla).
–No se define entonces como republicano...
– No, con un Estado cuya estructura parte de que existe una jefatura monárquica, si en esa estructura se da una democracia auténtica, no una democracia interpretada –porque suelen ser un mucho manipuladas–, si en esa monarquía se dieran aspectos democráticos suficientes, yo sería monárquico. Y, contrariamente, si en una situación en que la configuración del Estado es republicana y no se da la democracia, no sería republicano. Es decir, que la monarquía y la república son para mí aspectos puramente formales, y a mí me interesan los aspectos reales.
–Ha hablado esta misma mañana de preámbulo de guerra civil en España, ¿tan mal ve la situación política actual?
– Yo he dicho que en España si no contásemos con una Constitución, con una orientación democrática que hay que perfeccionar todavía, que es incompleta, pero que es democrática, … porque ocurre que las democracias ya no son sólo hechos insulares, nacionales, sino que hay bloques. Lo que yo dije exactamente es que si no existiese la relación, la interpenetración de nacionalidades con mejor o peor democracia, pero que en cierto modo constituyen un bloque de intereses análogo… si España estuviese insularizada, sola, la crispación que existe en estos momentos sería muy semejante a la que se dio en la preguerra civil.
Pero no lo considero probable, porque una revolución en España tendría que contar con todo el bloque occidental, y eso me parece muy difícil que se dé.
–¿Qué opina de su paisano Zapatero?
– Primero es un hombre totalmente honrado, que tiene una gran capacidad de trabajo, tiene una gran serenidad, pero será en esta difícil situación que vivimos ahora cuando tendrá que demostrar que es un auténtico hombre de Estado… y esto se va a ver no tardando.
–¿Qué le parece que le definan como poeta de la pérdida?
– Todos estamos perdiendo constantemente, el tiempo nos lleva, se consume y eso quiere decir que nuestra conciencia y nuestra memoria están fundamentalmente nutridas por hechos y circunstancias que significan una pérdida, y necesariamente esa pérdida, esa noción de consunción del tiempo es por otra parte una noción de aproximación a la muerte. En ese sentido sí soy un poeta de la pérdida de la misma manera que quien no sea poeta también es un ser humano que está constantemente perdiendo, agotando su vida, está yendo de la existencia a la inexistencia, y cada vez le queda menos.
–Dijo usted en una ocasión que a Vicente Aleixandre, que fue Nobel, ya nadie le recuerda, ¿cree que le puede pasar lo mismo y por eso se toma con tanta tranquilidad todo lo que le está pasando?
– Claro, me pasará lo mismo, seguro.
–De un tiempo a esta parte no tiene descanso...
– No he parado desde hace cuatro meses casi.
– Cuáles son sus poetas favoritos?
–Los simbolistas franceses… Rimbaud, Mallarmé,... de la generación del 27 por descontado, García Lorca.
– ¿Y lee novela?
–No mucho.
– O sea que lo que lea, debe interesarle especialmente…
–Releo novela.
–¿Algún título?
–No se puede atender al mercado y a la publicidad que lleva consigo la novela, esa carga de promoción que en muchas ocasiones es una falsificación, por lo que leo muy poca novela actual.
–¿Y qué relee entonces?
–Todos los años releo La Celestina, por ejemplo. También leo con amor y con pasión a Virgilio, a Ovidio… sería una enumeración demasiado grande.
– Ya que menciona poetas latinos, ¿qué opina de Catulo, tan distinto a usted?
–Me interesa. No existen demasiadas buenas traducciones con excepción del poeta ya fallecido Aníbal Núñez. La línea de Catulo no tiene nada que ver con la mía, pero me gusta.
– ¿Se queda con los poemas de amor dedicados a Lesbia o con los epigramas?
–Con los epigramas.

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